Carolina Miranda
San Blas, Nayarit. – Al oeste de México, sobre las costas del Pacífico una historia de amor y desamor que trascendió el tiempo, las fronteras y le dio identidad a un puerto: San Blas.
La trágica historia de Rebeca Méndez Jiménez y un pescador llamado Manuel, quedó inmortalizada por el grupo Maná en el popular tema “El Muelle de San Blas”.
Más allá de la estampa de una mujer vestida de novia esperando a su amado perdido en la mar, San Blas es la puerta de entrada al pequeño estado de Nayarit, una región con blancas playas, extensos manglares y regiones montañosas de incomparable belleza.
Los incesantes rayos del sol abrazan a la ciudad colonial de San Blas, cuyo fuerte San Basilio del siglo XVI protegió alguna vez el área de piratas.
Aquí, lugar llamado en honor del Santo patrono del monje Blas de Mendoza, se mezcla la historia con un pasado indígena, la colonización entre 1529 y 1531 a manos de Nuño de Guzmán y la fortaleza de una naturaleza fuerte y viva.
Y un ejemplo es el mangle La Tovara, uno de los ecosistemas del pacífico con las mayores poblaciones de fauna silvestre.
Con sus más de 700 especies de plantas y fauna, así como sus 18 kilómetros de angostos y curveados canales, convierten al lugar en un santuario para los amantes de la naturaleza.
Las cinco mil 733 hectáreas de La Tovara, resguardan en su interior dulces del manantiales alimentados con aguas proveniente de las serranías.
Sus 199 especies de aves, 90 mamíferos, 22 reptiles, 9 anfibios, 160 insectos, 31 peces, 3 moluscos y 3 crustáceos se ganó a pulso ser nombrado uno de los humedales de suma importancia a nivel mundial.
Y en las entrañas de Nayarit, el monumento colonial llamado Tepic, la capital con su sangre indígena de Wixarika y su vista a un futuro moderno.
Rodeada de majestuosas montañas, cuna de hombres ilustres como el escritor Amado Nervo y el niño héroe Juan Francisco Escutia, una ciudad con innumerables monumentos coloniales sin dejar atrás a su cuna huichol.
En una ciudad de 400 mil habitantes, en el monte Los Metates se erige la colonia Zitacua, un lugar donde las tradiciones ancestrales autóctonas se preservan.
Lugar donde crece el maíz, como se llama en el lengua materna, alberga a integrantes de la comunidad indígena de Wixarika… y a Coras, Tepehuanos y Mexicaneros.
En un solo sitio la magia, misticismo y energía para preservar la sabiduría, alimentos, plantas, artesanías y deidades de etnias que habitan la zona montañosa de la Sierra Madre Occidental.